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Posts Tagged ‘Lógica’

El tiempo y la lógica ¿Cual es tu edad?

Posted by keithcoors_00 en 1 marzo, 2016

Cuando la edad enfría la sangre y los placeres son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue siendo el último, y nuestra evocación más dulce, la del primer beso. 

Lord Byron

 


La forma que tenemos los humanos para expresarnos mediante palabras a veces carece de lógica. El asunto de la edad para muchos hispanoparlantes es un buen ejemplo de esa falta de lógica, pero no lo es tanto para quienes tienen la lengua Inglesa como idioma nativo.

 

Cuando deseamos saber la edad de alguien o cuando deseamos expresar nuestra propia edad, es comun que en español digamos frases como estas:

 

¿Cuántos años tienes?
Tengo 35 años.

 

El punto es que si consideramos literalmente dichas expresiones podemos observar que carecen de lógica, y me explico. El concepto «años» se refiere a la medición del tiempo, contabilizando el número de vueltas que la Tierra da alrededor del sol, pero escencialmente se refiere a tiempo transcurrido (en particular, referido a edad) desde el momento en que alguien nace. Pero el tiempo no es un recurso que uno pueda conservar.

 

El tiempo, contrario a lo que se dice, no es como dinero. El dinero puede ser almacenado, conservado, poseído. Uno puede preguntar con toda propiedad lógica ¿Cuanto dinero tienes en tu cartera? y la respuesta puede ser cualquier número de unidades monetarias, y éstas serán perfectamente visibles, contables, apreciables. Por otro lado el tiempo es un recurso que no puede almacenarse de ninguna forma. Uno no puede atesorar «tiempo» de la misma forma que atesora «dinero».

 

Cierto es que en la experiencia humana, el tiempo puede ser apreciado en términos de crecimiento biológico, en ganancia de experiencias, en deterioro fisiológico. Una amiga me decía que se puede calcular la edad de un hombre observando los medicamentos que tiene en su buró. Se puede decir que el tiempo dedicado al estudio y al trabajo honrado es tiempo bien invertido. Pero una cosa es el efecto del paso del tiempo y de la edad en los humanos y otra cosa es el tiempo mismo. El proceso de envejecimiento requiere de tiempo, pero no es equivalente a éste.

 

Reconociendo que la forma de hablar es la que presenta el problema de falta de lógica, uno se pregunta ¿es igual con otros idiomas, con otras culturas? Al paracer no es igual. En Ingles no se pregunta «how many years do you have?» para preguntar la edad pues es totalmente carente de sentido. Para preguntar la edad en forma equivalente en Inglés se pregunta (y se responde):

 

How old are you?
I am 35 years old.

 

Es decir, con más lógica, «¿Qué tan viejo eres?«. Y en efecto, esta pregunta tiene lógica pues comenzamos a envejecer desde el momento en que nacemos. Decir qué tan viejos somos expresando el número de años que llevamos vivos resulta más lógico. Pero para muchos hispanoparlantes la referecia a viejo, vieja o «vejez» en general resulta un tanto peyorativa. Se usa el término para describir más bien objetos como el viejo teléfono que engalana la entrada con su imagen. Quizás el «viejo» sólo viva de sus recuerdos, quizás de forma poética como lo dice Byron. Quizás por ello se evita el uso de este adjetivo. Una alternativa que evita el uso de este decriptivo pero que reúne el requisito lógico sería algo así como:

 

¿Cuál es tu edad?
Mi edad es 35 años.

 

Como este caso, en el idioma de Cervantes hay otros ejemplos de falta de lógica relacionados con la doble negación (inadmisibles en idiomas como el Inglés). En una entrada posterior analizaré estos casos. Por lo pronto la propuesta es cambiar el conjunto de pregunta y respuesta iniciales por esta última pareja. O bien quitarnos el estigma de la «vejez».

 

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No morir en aras de la normalidad

Posted by keithcoors_00 en 28 diciembre, 2013

Una de las profesiones estereotipadas es la ciencia. Los científicos son raros, socialmente ineptos, trabajan en temas incomprensibles que ninguna persona normal sería capaz de encontrar interesantes.

Carl Sagan en El Mundo y sus Demonios


Hace unos días salí al cine con un grupo de amigos y amigas. Una de mis amigas al ver que yo no mostraba muchas emociones al llegar a la taquilla, me preguntó que por qué no sonreía más. Le respondí que habitualmente no sonrío sin una causa. Me volvió a preguntar con cierto hastío ¿Por qué no eres normal? Y respondí: «Porque no deseo ser normal, no deseo ser parte de la normalidad». ¿Entonces eres anormal? preguntó, y después de pensarlo un poco respondí finalmente algo sí como: «Si pretender sobresalir de la masa normal es ser anormal, entonces lo soy».

La película que fuimos a ver fue la comedia «Último viaje a Las Vegas» (Last Vegas). Me pareció divertida, con buenas situaciones humorísticas aunque un tanto increíble, como buena película de Hollywood. Al estar en la sala, mi amiga notó que solté varias carcajadas mientras disfrutaba el film. Cuando salimos le dije algo así: «Ahora quizás me explique mejor. Soy capaz de reír y sonreír y me lo permito cuando juzgo que las circunstancias lo ameritan». No pude haberlo dicho mejor, digo yo. Y esto viene a colación, porque normalmente alguien que estudia una carrera científica tiende a «observar diferente» el mundo que le rodea. En mi caso difícilmente dejo de apreciar las maravillas del mundo que me rodea, pero eso no me hace sonreír todo el tiempo. Eso a veces es considerado como un comportamiento de ineptitud social, como lo dicta la descripción del estereotipo del científico loco que mencionaba Carl Sagan en su frase de entrada.

Otra muy querida amiga, cuya comprensión de mi personalidad es mucho mayor que la del ejemplo anterior, me dijo algo así como: «Siempre estás observando las cosas, por eso aprendes de ellas». Ella me decía que en su caso no presta atención a las cosas que no le interesan pero que eso hace que algunos detalles que de momento no son interesantes, después se conviertan en importantes. Yo añado que no sólo me gusta observar los fenómenos físicos de la naturaleza. También observo la forma en la que la gente expresa sus convicciones, sus prejuicios y sus dogmas. Por ejemplo, la amiga del comentario sobre la normalidad a menudo inicia sus intervenciones con las frases «La verdad es que…» y «Definitivamente…». Cuando hace eso pongo mucha atención a lo que va a decir, pero casi siempre me decepciona porque lo que sigue a sus anteriores frases normalmente son opiniones sesgadas, prejuicios y generalizaciones sin bases. Algunos ejemplos dispersos que recuerdo:


  1. La medicina homeopática es muy buena…
  2. Actualmente los niños cuando nacen ya vienen evolucionados…
  3. La situación económica de todas las personas está crítica…

Cuando mencionó lo de la homeopatía le respondí que ese tipo de remedios no tiene prácticamente nada de substancias curativas, y que más bien su utilidad en algunos casos estriba en que funciona mediante el conocido efecto placebo; supongo que mi opinión le pareció anormal. Cuando dijo lo de los niños evolucionados le pedí que definiera el término «evolucionados» y me respondió que eso significa que en la actualidad los recién nacidos ya traen en su ADN información sobre computadoras y juegos de video; ya no abundé más. Por último cuando mencionó lo de la situación económica le pregunte algo así como «¿Todas? así como ¿el 100%?» y me respondió que sí. Supongo que se refería al 100% (o un valor cercano) de las personas con quien ella trata o convive. Le dije que por seguro Bill Gates y Carlos Slim no aportan a ese 100%, sólo por mencionar un par de ejemplos conocidos. Su mirada ante mi respuesta fue de desprecio, lo cual es es una reacción común en la gente cuando les encuentro esas falacias lógicas. La obvia conclusión es que el inicio de sus intervenciones con esas frases es una especie de muletilla que intenta proteger su opinión del escrutinio de gente anormal como yo.

Más recientemente, un viejo amigo que apenas encontré a través de Facebook publicó una imagen en esta red social que reproduzco a continuación. En su comentario escribió: «Para razonar, que hemos hecho de nuestro planeta y que? hay que destruir otros?».


Mi comentario fue el siguiente: «Bueno, pues a menos que aprendamos a comer tierra o piedras, debemos alimentarnos de cosas que antes estuvieron vivas, sean animales o vegetales ¿cierto? Y para eso pues… hay que… matar esa vida». Y es que la generalización de que es malo explorar el espacio porque estamos matando la vida es una falacia, pues no considera que la única alternativa de alimentación aparte de comer seres muertos (animales o vegetales) es comer substancias inanimadas, como la tierra, la arena, las piedras, etc. Se convierte en paradoja si la llevamos al extremo, si dejamos de alimentarnos de otros seres vivos para no matarlos, nos estaríamos matando por hambre o por intoxicación.

Me doy cuenta de que la imagen y el comentario de mi amigo quizás se referían exclusivamente a vida humana, así que no soy tan inepto socialmente hablando, pero preferir ver ese tipo de falacias, en efecto, me saca un poco de la «normalidad».

Y no sólo lo prefiero. Lo disfruto además, para no morir de aburrimiento en aras de la normalidad.

 


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Una definición de realidad

Posted by keithcoors_00 en 23 marzo, 2011

Odio la realidad, pero es en el único sitio donde se puede comer un buen filete.

Woody Allen


Retomando el tema de la realidad y acicateado por una serie de debates sobre el asunto del equinoccio y sus características «mágicas» me dispuse a realizar un ejercicio de lógica para tratar de dilucidar si es que en realidad existen diversas realidades que se superponen unas a otras y cuya naturaleza es inaccesible excepto en casos de percepción alterada, o fe o cualquier otra forma de interiorización.


Yo defino Realidad como aquel conjunto de fenómenos que no dependen de la percepción de nadie para su existencia. Y explico. Un fenómeno de la realidad existe aunque no se perciba. Puede ser percibido directamente o bien a través de sus efectos, pero no será real si el requisito sine qua non para su existencia es que tenga que ser percibido directamente de alguna forma.


Un ejemplo clásico es el de la existencia de los rayos X. No hay forma en que podamos percibirlos directamente. Pero si diseñamos un experimento para mostrar su interacción con la materia, podemos entonces mostrar que los rayos X existen en realidad.


El caso contrario es en el que alteramos nuestra percepción sin que signifique que lo percibido existe en realidad. El ejemplo clásico es cuando cerramos los ojos y ejercemos un poco de presión sobre el globo ocular por encima del párpado. Percibiremos una especie de luz, sin que haya verdadera luz incidiendo en nuestro ojo.


En este último caso ¿que es lo real? Lo real es la alteración de nuestro sentido de la vista que nos produce una ilusón parecida a la de la luz. No es que haya dos realidades independientes (luz percibida con los ojos abiertos y «luz» percibida con los ojos cerrados), sino que hemos introducido un elemento que altera la percepción y hemos forzado a que esa aparente luminiscencia «exista» sólo cuando es percibida de esa forma.


Ahora bien, podemos preguntarnos ¿hay más de un conjunto de fenómenos que no dependen de mi percepción para su existencia?. O en forma equivalente ¿Existen realidades concomitantes? Supongamos para empezar que hay dos conjuntos diferentes (aunque también se puede generalizar a n conjuntos). Llamemos a estos conjuntos R1 y R2. Realidad 1 y Realidad 2.


Y entonces uno se lanza con esa hipótesis preguntando ¿cómo se comportan ambas? ¿Se superponen? ¿Son alternativas como la bifurcación de un camino? ¿Una es perceptible y la otra no?


Si ambas son auténticas realidades, es decir que no dependen de nuestra percepción para su existencia, entonces podríamos diseñar una serie de experimentos que muestren que los fenómenos de R1 y de R2 son reales. No haremos nada por alterar o forzar nuestra percepción, sino que haremos que los fenómenos de R1 y R2, al suceder, al presentarse, nos den información de su existencia.


Si podemos demostrar que los fenómenos de ambos conjuntos suceden aunque no los percibamos directamente entonces ¿que caso tiene separarlos? Podemos decir que Rt = R1 + R2, y entonces Rt (Realidad total) es la suma de los fenómenos de R1 y R2.


Este es el caso de la física clásica y el de la física cuántica. La física clásica describe los fenómenos macro, fenómenos que son observables con los sentidos habituales y algunos que no pueden ser percibidos directamente pero cuyos efectos son apreciables a gran escala. La física cuántica describe los fenómenos que no pueden ser observados directamente debido a lo pequeño de las dimensiones de su ámbito de influencia. Protones, electrones, neutrones, quarks, etc, son descripciones de un mundo invisible en forma directa, pero cuyos efectos pueden observarse si se diseñan experimentos especiales para ello.


Las dos «realidades» existen sin necesidad de que sean percibidas, pero sus efectos son medibles, y perfectamente reproducibles, y lo que las diferencia son los modelos que se utilizan para describirlas. La suma de ambas «realidades» es la realidad.


Ahora pasemos a la otra posibilidad ¿Que pasa si sólo podemos poner en evidencia los fenómenos de R1 y los de R2 no? Imaginemos que hacemos todo lo posible por desentrañar los fenómenos de R2 para que nos den información sobre su naturaleza pero por más que intentamos los resultados son nulos.


Por ejemplo imaginemos que en R2 hay un fenómeno llamado deidad omnipotente. ¿Cómo demostrar que existe una deidad omnipotente, que todo lo puede, que todo lo sabe, que todo lo logra? Es decir, ¿Cómo mostrar que ese fenómeno existe aunque no lo perciba directamente? Hasta ahora la existencia de una deidad omnipotente sólo depende de la fe de quienes creen que existe. Y la fe es un modo de percepción que no requiere de evidencias. Eso no quiere decir que no exista una deidad omnipotente, sólo quiere decir que hasta hoy sólo es una creencia, sin evidencias que hagan que ese fenómeno pertenezca a un conjunto del tipo Rn.


Así que, si hay varias «realidades» que existen en forma independiente a mi percepción, entonces todas se pueden sumar a una sola realidad. Pero si afirmamos que existe una Rx que contiene fenómenos que sólo pueden mostrarse a través de una percepción alterada o bien a través de una potente autosugestión ¿hay algún caso de decir que es real? Las afirmaciones que se hagan sobre esta realidad y que no pueden probarse, si son inmunes a la refutación, entonces son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspirarnos o excitar nuestro sentido de maravilla. Es como el dragón de mi garage, parafraseando a Carl Sagan.



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La falta cotidiana de lógica

Posted by keithcoors_00 en 7 diciembre, 2010

Hay tres cosas que jamas he podido comprender: el flujo y reflujo de las mareas, el mecanismo social y la lógica femenina.

 

Jean Cocteau


En la cotidianeidad de los días, muchas veces actuamos como si las cosas fuesen siempre dadas, siempre sabidas, siempre entendidas. Las formas que escogemos para comunicarnos muchas veces dan por sentado que con quien deseamos comunicarnos sabe a la perfección cómo elaboramos en nuestra mente los pensamientos que dan origen a las palabras y gestos que expresamos con este poropósito. Y es que con suma facilidad nos olvidamos de la lógica (y por ende la efectividad) para dar paso a la eficiencia (mismo contenido con menos palabras en menos tiempo) en la comunicación.


Quiero en esta entrada mencionar dos casos que recientemente me pasaron con personas con quien convivo el día a día: Un compañero de trabajo con fuerte acento quintanarroense y mi propia esposa.


En el primer caso, la situación que dió lugar al ejemplo ilógico fue la siguiente. Este compañero debía instalar una bomba de recirculación en un ingenio novedoso para calentar agua en grandes cantidades. El ingeniero de mantenimiento del sitio había dado algunas instrucciones para la puesta en marcha de este ingenio y yo debía supervisar que mi personal hiciera lo correcto. para no interferir con la operación A veces tenemos contacto con otro supervisor dedicado a equipos de aire acondicionado cuyo nombre es Abel. Explico esto porque estas dos situaciones se mezclaron para dar lugar al malentendido que describo ahora.


Llegué temprano a supervisar la instalación de la bomba y mi compañero (el del fuerte acento quintanarrooense) trató de explicarme las instrucciones que había recibido. Más o menos estas fueron las palabras que escuché:


El ingeniero (de mantenimiento) nos dijo que la bomba debía tomar agua directamente del depósito, pero luego vino Abel y nos dijo que el agua debía venir del cuarto de máquinas.


Para mí no tenía mucho sentido que el supervisor de aire acondicionado nos dijera cómo instalar una bomba de recirculación para calentamiento de agua. aunque la instucción por sí misma tenía suficiente sentido A veces así pasa que gente con conocimiento de las instalaciones sugiere algún cambio para mejorar el desempeño de los equipos, aunque no sea dentro del ámbito de su competencia. Pero poco después me encontré con Abel y le pregunté sobre el motivo por el cual había cambiado la instrucción respecto a la toma de agua de recirculación. Sumamente extrañado me comentó que no había hecho tal cosa.


Su respuesta ciertamente me dejó perplejo pero debía reconocer que estaba acorde con las divisiones de trabajo establecidas: Abel no había dado instrucciones respecto a las bombas de recirculación pues su especialidad es aire acondicionado. Entonces ¿cómo es que mi compañero me había dicho tal cosa sobre Abel? Después de hacer varias indagaciones más, llegué a la conclusión que lo que me había dicho era:


El ingeniero nos dijo que la bomba debía tomar agua directamente del depósito, pero luego vino a ver y nos dijo que el agua debía venir del cuarto de máquinas.


Lo que mi compañero quería comunicarme era que el ingeniero había dado una instrucción pero que la había cambiado al ver que resultaba mejor o más rápido tomar el agua del cuarto de máquinas y no del depósito, como originalmente se habia contemplado. Identifiqué dos razones que originaron la confusión. A ver y Abel se proncuncian casi igual con acento quintanarroense, pero pude haber notado la diferencia aún con el handicap del acento en contra si mi compañero me hubiese dicho algo así como:


El ingeniero primero nos dijo que la bomba debía tomar agua directamente del depósito, pero luego vino a ver la instalación y decidió que era mejor tomar el agua del cuarto de máquinas.


Es decir, si hubiese aclarado que eran dos instrucciones de la misma persona yo no hubiese pensado que eran instrucciones de personas diferentes. Unas cuantas palabras más (como primero e instalación) hubiesen hecho la diferencia. Pero como decía al inicio, muchas veces damos por sentado que con nuestra forma particular de hablar y comunicarnos, los demás entenderán. Incluso que sabrán lo que está en nuestra mente.


Y esa última reflexión me lleva al segundo ejemplo ilógico. Y al publicarla me arriesgo demasiado (Risas).


El domingo pasado estaba en casa descansando de las morlopas del sopor cuando oí un fuerte ruido que provenía de la cocina. Allí se encontraba mi esposa, así que le pregunté con voz fuerte si había tenido un accidente y si estaba bien. Su respuesta fue algo así como:


Es que el estante de la zona de lavado estaba flojo.


Curiosa respuesta porque no le pregunté la causa del ruido sino si había tenido un accidente y si había recibido golpes o algún otro tipo de daño. Es decir, mi pregunta se enfocaba al estado de su persona y no al de las cosas de la zona de lavado (contigua a la cocina). Una vez más, a veces la mente humana quiere ir aprisa para decir mucho en poco tiempo. Pero falla al no enfocarse en la información que es la relevante en el momento preciso.

Yo pienso que mi esposa quería decirme que algo del estante se habría caido, provocando semejante ruido, pero que no había tenido consecuencias graves. Claro, ella sabía esto con certeza porque estaba en el lugar de los hechos. Yo sólo había escuchado el ruido pero no podía saber si ella se encontraba bien y sin daño alguno. Quizás si hubiese dicho lo siguiente no me hubiese levantado  de mi plácido y bloguero descanso dominical para constatar su estado:

Estoy bien, no me pasó nada, pero la caja de herramientas se cayó debido a que el estante de la zona de lavado estaba flojo.

Sí, lo sé, son más palabras, pero no se trata de exigir que todos reciten los salmos de la biblia, ni las azoras del corán,  ni los versos satánicos de Rushdie cada vez que se les solicita información relevante, sino de tratar de ponerse en la situación del solicitante de esa información para imprimir más lógica de acuerdo con la situación específica.

En ambos casos la lógica de la comunicación sufrió pérdidas. No graves, también lo sé, pero ciertamente peculiares porque en ambos casos hubo necesidad de corroborar los contenidos reales sin necesidad. Lo positivo del asunto es que dieron pie a la publicación de esta entrada.

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Crónica de una ofensa falsa

Posted by keithcoors_00 en 9 octubre, 2010

La mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de juicio.

 

Fernando Sánchez Dragó

 



 

Hace cosa de tres semanas publiqué una entrada sobre el bicentenario y sobre el por qué no es necesario creer en México (o para el caso, en cualquier cosa). Incluí una opinión sobre lo que a mi parecer es el orígen de México, opinión que ahora reproduzco (con una ligera corrección que he realizado por la sugerencia de un español de nombre Mario),


México es el producto de la violación incompleta de la raza y cultura Azteca (con sus pueblos vecinos) por parte de una bola de malnacidos y codiciosos españoles, quienes lograron realizarla (a medias) sólo por la ayuda inconsciente e involuntaria de una de las peores guerras bacteriológicas (Viruela).


Resulta que hace poco recibí un dramático comentario a esta entrada del bicentenario que se publicó en la plataforma WordPress. Este comentario lo hizo este español que firma como Mario. Su comentario original lo incluyo aquí, pero la serie completa de envíos y respuestas se puede ver en el soporte documental.


Lamento decirte que yo no me considero ni un malnacido ni un ambicioso. Pero sí español. Lamento decirte que yo no he colaborado en ninguna guerra bacteriológica contra nadie ni me apetece.


Y lo que de verdad más lamento es que me insultes, que me insultes sólo por ser como soy, un español como los demás de mi país. Muchos de tus compatriotas me llamarían o llamarán “gachupín” y, como he vivido en propia carne, querrían descerrajarme un tiro en la cabeza sólo por eso, por ser y querer ser español. A mí me da igual lo que os pase u os deje de pasar, igual que a vosotros os la trae bastante floja lo que sea de mi país y mi vida. Peor (sic) recuerda: si la Conquista fue un desastre para vuestros antepasados aztecas, mayas o incas, te recuerdo que al menos con la llegada de la civilización occidental dejaron de hacer sacrificios humanos a sus dioses.


Y no te pido que me presentes tus excusas, me dan igual. Pero deja de insultarnos a los que no hemos tenido nada que ver con vosotros. Los actos que vuestra Embajada en Madrid ha realizado con motivo del bicentenario de vuestra independencia han sido más que insultantes para España y sus ciudadanos. Y nadie os ha reprochado nada al respecto. Si no sabéis pasar página y convivir sin antiguos rencores en la comunidad internacional, luego no nos pidas que nos callemos y no os despreciemos. En cuyo caso en seguida os oiremos decir el tan temido por los políticamente correctos -cosa que yo no soy, desde luego- de entre nosotros: -”Españoles racistas”.


Que lo sepas y hasta más ver.


Mario.


Bueno pues esta entrada tiene por objeto analizar este comentario (muy jalado, dramático y autovictimizante), desde dos prespectivas, desde el punto de vista histórico y desde la lógica (o falta de ella).


Perspectiva histórica


Para empezar, me saltó que al parecer el tío Mario no leyó bien la entrada original o no conoce mucho de historia, o ambas. Porque de entrada hablaba de lo que sucedió hace unos 500 años, y me refería a los españoles que llegaron a estas tierras y que gracias a una codicia impresionante y una hambre insaciable por oro, hicieron destrozo y medio. Y de que si lograron hacerlo fue porque tuvieron al aliado de la viruela, enfermedad para la que no había defensas entre los pobladores de la Gran Tenochtitlan. Les llamé «bola de malnacidos y codiciosos» porque su afán no era más que el de hacerse con el oro y las tierras a costa de la vida o el sufrimiento de quien se les pusiese enfrente.


Es un hecho bien documentado que esos primeros conquistadores no eran lo mejor de la sociedad española. En su gran mayoría no eran personas cultas o educadas. Julio R. Villanueva Sotomayor nos dice que un sólo el 30% eran hidalgos, el grado más bajo de la nobleza española. El resto era de la clase popular. La empresa de la conquista era un medio (probablemente el único en la España de la época) de ascenso social en una sociedad rígidamente estratificada.


El mismo Fray Bartolomé de las casas decía: «En estas ovejas mansas (refiriéndose a los pueblos indígenas)… entraron los españoles, desde luego que las conocieron, como lobos e tigres y leones cruelísimos de muchos días hambrientos. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte, hasta hoy, e hoy en este día lo hacen, sino despedazarlas, matarlas, angustiarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas por las extrañas y nuevas e varias e nunca otras tales vistas ni leídas ni oídas maneras de crueldad.


Añado además que la esclavitud de la que fueron objeto los remanentes de la diezmada población azteca (y de otros pueblos circunvecinos) estaba avalada por el sistema de encomiendas. Si bien los españoles aceptaron en general que los indígenas eran seres humanos, los definieron como incapaces que, al igual que los niños o los discapacitados, no eran responsables de sus actos. Con esa justificación sostuvieron que debían ser «encomendados» a los españoles. La encomienda fue una institución que permitió consolidar la dominación del espacio que se conquistaba, puesto que organizaba a la población indígena como mano de obra forzada (otra forma de llamarle a la esclavitud) de manera tal que beneficiaran a la corona española.


Claro que la esclavitud también la tenían como sistema de dominación los mismos aztecas, cuando hacían las Guerras Floridas o cuando ampliaban sus dominios comerciales y militares.


Si alguien me preguntara ¿consideras que los Aztecas eran unos malnacidos? respondería: «sólo unos cuantos, de entrada los sacerdotes y los líderes militares». Y si la pregunta fuese ¿consideras que los Aztecas eran codiciosos? respondería: «sólo unos cuantos entre los que estarían por seguro los Pochteca o comerciantes».



Así que haber llamado malnacidos y codiciosos a los primeros españoles que llegaron a México, no es tan descabellado o fuera de la realidad. No sería necesario aclarar que ni siquiera consideré con esos calificativos al resto de españoles de esa época.

Perspectiva lógica


Pero eso no debería ofender a ningún español actual. Así como no debería ofender a ningún mexicano actual que alguien dijera lo mismo de los sacerdotes, militares y comerciantes aztecas de ese entonces. Por dos razones. La primera es que estamos hablando de gente que vivió y murió hace 500 años. No es lógico pensar que lo malo que hicieron nuestros antepasados (y sólo un pequeño grupo de ellos) deba ser motivo de reproche para sus actuales descendientes. Ni reproche, ni ofensa (vista desde el otro lado). La segunda razón es que en realidad no hay motivos para colocarse en el vértice de las víctimas después de haber aclarado que esa opinión NO es para ningún español actual.


Pero en esa falta de lógica de la respuesta de Mario también está anidada la idea de la «superioridad» europea cuando menciona que «al menos con la llegada de la civilización occidental dejaron de hacer sacrificios humanos a sus dioses». Y eso, mis queridos lectores, es hacer un argumento ad hoc. Resultaría entonces que los mexicanos deberíamos estar agradecidos con los españoles por la erradicación de los sacrificios humanos. Bueno, sacrificios en el sentido literal de la palabra, que era «sacrificar» o inmolar a una víctima inocente para «agradar» a los dioses. Pero como después le espeté a Mario ¿cómo se le llamaría a la costumbre de ese entonces de quemar en la hoguera a los sospechosos de brujería o herejía? ¿Ejemplo de civilidad?


Si bien no se les llamaba sacrificios humanos sino “ejecuciones piadosas” mediante aplasta cabezas, sierras y hogueras, eran causadas por un fervor religioso, dogmático e irracional. Igual que los sacrificios humanos de los aztecas.


La carencia de lógica del reclamo de Mario y la inclusión del argumento ad hoc de la supuesta  conveniencia y superioridad de la cultura occidental, soportan el que no pida disculpas por mis opiniones. y mucho menos que agradezca la «civilidad» de la religión católica. Si la conquista hubiese sido de los aztecas hacia los españoles, ahora mismo estaría despotricando contra las costumbres religiosas de sacrificar, martirizar, atormentar y ejecutar a quienes se oponen a la religión imperante, sea del origen que sea.


Muchos rituales de nuestros ancestros eran bastante crueles y sangrientos, como el de Xipe Tótec, deidad de la mitología azteca. Este dios representaba la parte masculina del universo, la región de la juventud y de la aurora, del maíz tierno, la abundancia, la riqueza y el amor. Representa la fertilidad y los sacrificios. Era también el patrono de los orfebres. Su nombre significa Nuestro Señor, el Desollado y se debe a que se quitó la piel para alimentar a la humanidad, símbolo de la semilla de maíz que pierde la capa externa antes de la germinación. Los sacrificados a él eran despellejados vivos.


Anualmente, los esclavos eran seleccionados como sacrificios a Xipe Totec. Estos esclavos eran despellejados cuidadosamente para producir una piel casi entera que entonces era usada por los sacerdotes durante los rituales de la fertilidad que siguieron el sacrificio. Se han encontrado las pinturas y varias figuras de arcilla que ilustran el método de despellejado y el aspecto de los sacerdotes usando estas pieles.


¿Era correcto hacer estos rituales sangrientos? Mi opinión es tajante: NO lo era, así como tampoco era correcto atormentar a los acusados de herejía o hechicería. La intolerancia basada en la religión o en los dogmas es la peor forma de justificar las barbaries, españolas, aztecas, alemanas, judías, musulmanas o de la región que sea.


Es una lástima que la gente siga adoptando actitudes como la de Mario, que no entiende que la mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa, sino a la libertad de juicio, como dice Fernando Sánchez Dragó.


En pocas palabras. No tengo nada en contra de los españoles actuales. Y menos por ser españoles (como sugirió nuestro delicado amigo Mario). Esa es una argumentación ad hoc, hecha exclusivamente para desacreditar mi opinión, pero sin validez lógica.


Recomiendo ver esta excelente crónica de la conquista de México, en la Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_M%C3%A9xico.


Imagen de entrada: Máscara de Xipe Tótec.


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