Ahuramazdah

El Weblog sin dogmas

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La receta de la fe de piedra

Posted by keithcoors_00 en 1 marzo, 2011

Un perro hambriento sólo tiene fe en la carne.

Antón Pavlovich Chéjov


No siempre mis entradas se derivan de experiencias que he tenido en el ciberespacio (aunque son la mayor parte), hay algunas que son resultado de interacciones con personas y situaciones reales, en espacios reales, en tiempo real. Y me explico mejor: No es que las experiencias en el ciberespacio sean falsas, o que se deriven de personas falsas o ficticias. Lo que quiero separar es el tipo de interacción impersonal que representa este medio cibernético, de las experiencias personales que no dependen de una interfaz como el teclado, la pantalla, el cpu y el WiFi.


En esta ocasión la entrada se refiere a una experiencia real que tuve la oportunidad de presenciar. Por situaciones que no vale la pena mencionar, fui invitado a una sesión de meditación guiada por una especie de «maestro». Y si asistí fue por solidaridad con una persona a quien quiero mucho de verdad. Yo no hubiese tenido la intención de explorar esa experiencia por deseo, iniciativa o curiosidad. Pero ya estando ahí aproveché para preparar una serie de reflexiones racionales (eso espero) sobre este asunto.



El esquema

La sesión de meditación se lleva a cabo en el patio de la casa del «maestro», en el que se colocan unas 50 sillas de plástico (curiosamente cortesía de Cerveza Sol y Cocacola). Se cita a las 7 de la noche pero la mayoría de la gente llega con suficiente anticipación. En la entrada un hombre sonriente saluda a los «meditabundos» con una amplia sonrisa, haciendo con la mano la señal del pulgar hacia arriba y diciendo en voz alta algo así como «¡Bienestar, salud y éxito por siempre!».


Antes de entrar se pide a los meditabundos (especialmente a los «nuevos», como su seguro servidor) que lean una especie de «oración» que está escrita en una cartulina a la entrada de la propiedad, y que empieza con algo así como «Gracias te doy padre por dejarme entrar a tu templo de sabiduría…». Antes de que me lo pidieran ya había leido los primeros renglones, más por curiosidad que por otra razón, pero antes de entrar el sonriente hombre me preguntó si ya había leído la oración completa. Mentí, lo admito, pues dije que sí y pasé al templo.


Al frente de las sillas colocadas en 4 hileras había una pizarra de acrílico blanco con un texto escrito en rojo que hablaba de la separación entre dios y el hombre. En uno de los muros laterales había otra cartulina que contenía una leyenda que rezaba «Los 12 rectores planetarios» seguida de algunos nombres propios como Miguel, Samael, etc. Lo curioso es que al final de la lista de esos nombres estaban los de Jesucristo, Pitágoras, Albert Einstein, y Saint Germain. Había además, distribuídos por todo el patio, un número importante de vasos de plástico desechable con agua en su interior.


Para no llamar tanto la atención, me senté en la fila de atrás, en un extremo. Mi acompañante se sentó a mi lado junto con algunos de sus conocidos. A cada uno de los asistentes se nos dio uno de esos vasos sin decir para qué serían usados. Yo supuse que el objetivo era calmar la sed de los meditabundos y me tomé algunos tragos.



El proceso

No aburriré a la amable concurrencia con todo lo que siguió y sólo haré un resumen. A eso de las 7:15 PM se presentó el «maestro» y saludó a cada uno de los meditabundos con un abrazo. Cuando me tocó el turno me dijo «tu espíritu es fuerte y ha recorrido un camino muy largo a través de los tiempos»; yo sólo respondí «buenas noches». Después del abrazante ritual dió inicio con una especie de oración que todos debíamos repetir (yo no la repetí, pero admito que tampoco hice el intento de aprendermela o de recordar algo). Acto seguido explicó brevemente el texto de la pizarra y develó que ese texto le había sido «canalizado» por los maestros ascendidos. Dejó ver que él es una especie de transmisor del mensaje de paz y amor de estos maestros y que ese mensaje tenía el objetivo de preparar a la humanidad para «el cambio» que vendrá.


Hasta este momento no vi ni presencié nada extraordinario. Mucha gente piensa que en verdad puede comunicarse con los espíritus o que éstos le dictan mensajes de «buena onda» y esta no parecía ser otra cosa. En un momento dado dijo que haríamos un brindis con el agua de los vasitos (a esas horas ya me había bebido totalemnte el agua que me habían dado, así que pedí a mi acompañante que compartiera conmigo un poco de la suya). Aquí fue donde la cosa se puso bastante bizarra. Antes de brindar el maestro dijo que había que bendecir el agua (no problem), que había que pensar que el agua nos haría un bien (no problem), que nos sanaría el ADN (bueno, bueno… si no estuviese sano el ADN de mis células vivas no podría haber estado allí), y que para ello había que bendecir el ADN del agua. Repito: bendecir el ADN del agua.


La gente sin chistar bendijo el ADN del agua. Y yo me pregunté para mis adentros ¿acaso sabrá esta gente lo que es el Ácido Desoxirribonucléico? ¿Acaso no fueron a la escuela y les enseñaron lo que significa las siglas ADN? ¿Acaso no saben que el agua, al ser un elemento inerte, sin vida, NO TIENE ADN?. Recordemos que el ADN es un tipo de ácido nucleico, una macromolécula que forma parte de todas las células. Contiene la información genética usada en el desarrollo y el funcionamiento de los organismos vivos conocidos y de algunos virus, y es responsable de su transmisión hereditaria.


Después de la explicación del texto y de recibir un largo «dictado» (al puro estilo de la escuela primaria), vino una especie de «revelación». El maestro nos revelaría un par de colores «nunca antes vistos por los humanos» para sanar nuestras vidas. Un color, en el espectro infrarrojo (o sea invisible), supuestamente venía del planeta Júpiter y el otro color, situado entre el «rojo y el naranja», provenía de Plutón. El primer color (que nunca fue mostrado ni demostrado y que de existir tampoco podríamos ver pero evidentemente podríamos «sentir» quizás en nuestra piel) supuestamente curaría los órganos atrofiados, y el segundo color (que tampoco fue mostrado, pero que podríamos haber visto claramente) mataría virus y bacterias en nuestro cuerpo.


Yo me quedé esperando que después de la revelación y «activación» del color de Plutón alguno de los meditabundos comenzara a vomitar y a evacuar por la eliminación de su micro flora intestinal, pero al parecer el «rayo plutoniano» no pudo matar nuestras bacterias y nada espectacular sucedió. Recordemos que la colaboración entre humanos y bacterias nos da capacidades que ninguno (ni ellas ni nosotros) tendría por separado. El premio Nobel Joshua Lederberg afirmó que veía a estas bacterias como portadoras de unos “genomas extra” que complementan al nuestro. De esta colaboración, las bacterias obtienen la protección del interior del cuerpo y un aporte constante de nutrientes gracias a los que pueden reproducirse en condiciones óptimas.


Después de la colorida (pero más bien deslucida) revelación sanadora, vino un receso que consistió en pasar a la casa y consumir alimentos preparados por la esposa y familiares del «maestro», pero pagando por ellos. Dos chiles cuaresmeños rellenos de queso y dos tacos de algo que parecía carne molida por 40 pesos. Nada barato por cierto.


Después del vigorizante receso, vino la meditación. Nos sentamos de nuevo en el patio y el maestro nos guió someramente mediante una oración que debíamos repetir frase por frase en voz alta y con los ojos cerrados (yo no la repetí y tampoco hice el esfuerzo por recordarla, pero cerré los ojos). El maestro encendió un estéreo y puso música de violines (el conocido Canon y Giga en Re mayor de Johan Pachelbel) y dijo que los «armónicos» de la música harían que las «vibraciones» de los meditabundos ascendieran a su nivel más elevado. He de confesar que he escuchado música más relajante que este Canon.


Pero después, amigos lectores, vino el acabose. El maestro sacó una guitarra y mientras todos estábamos en la estupi… digo… en la meditabundez, se puso a cantar unas canciones bastante federicas. Las letras no eran tan importantes: una mezcolanza sin rima ni ritmo acerca de la paz, del amor, de las vibraciones, de las energías, del cosmos, de los maestros ascendidos y de otras muy conocidas palabras de los nuevoereros. Lo más horrendo del numerito fue que la guitarra estaba evidentemente desafinada. Los armónicos del Canon se fueron al Caño.


Los errores y la clave


Uno de los errores garrafales del «maestro» fue la mención del ADN del agua. Posteriormente hubo gente que ante mi queja por la falta de rigor en el lenguaje científico, dijo que el «maestro» hablaba del «ADN energético». Peor tontería aún. Otro error fue el de no diferenciar bacterias infeccionsas de bacterias benéficas en nuestro organismo, al revelar su putoniano plutoniano rayo de luz naranja; si hubiesen muerto nuestras amigas amibas, nuestro sistema digestivo estaría bastante ocupado en desocuparse y no precisamente sanándose. El peor error en que incurrió el maestro (de acuerdo con mis sensibles oídos) fue hablar del beneficio de los armónicos (o quizás quiso decir armonía) y haber tocado una guitarra evidentemente desafinada.


Los meditabundos que asistimos parecíamos una colección heterogénea, parecía que algunos tenían cierto nivel de educación y cultura. Pero ¿cómo es que nadie se dió cuenta de los errores garrafales de este maestro? (no revelaré su nombre para no hacerle propaganda gratuita, pero entre el círculo de mis amistades es conocido como el «maestro ENEMA«). ¿Cómo es que la gente quiere creer en esas patrañas y pensar que en efecto el maestro se comunica con Albert Einstein, con Pitagoras y con Jesucristo (entre la docena de mequetrefes)? ¿Cómo creer que existen colores que nunca han sido «vistos» por los humanos, y que son capaces de matar bacterias y virus sólo con imaginarlos?


La respuesta estuvo en un par de hojitas que nos pasaron al final y que contienen las cuatro virtudes para lograr la ascención, así como otras cuatro «cualidades» entre las cuales está la más peligrosa de todas: La fe. Así dice el panfleto de marras (que puede verse en versión escaneada completa como archivo PDF, con todo y faltas de ortografía, en el repositorio documental de Ahuramazdah) respecto a la fe:


Fe.- Que todo lo que hagamos y nos den den aquí en las clases lo sientamos (sic) como verdadero que las meditaciones y las curaciones que aquí hacemos son verdad.


Esta es la clave que anula cualquier tipo de duda o crítica hacia el maestro o hacia lo que pasa en el recito de sabiduría: La gente que asista a esta meditabundeces debe tener la fe de piedra… y yo añadiría que también el intelecto de piedra.


Yo no dudo de la buena intención del maestro para con la gente. Lo que no se vale es engañar a los meditabundos parroquianos con mentiras y patrañas que evidentemente ayudarán muy poco para resolver sus problemas «con las energías», o con sus «contratos karmáticos», o con su estado de salud. Y no descarto el poder de la autosugestión ante problemas derivados de alteraciones emocionales o psicosomáticas. Pero de eso a alterar el ADN del agua, hablar en tiempo real con el buen Alberto Einstein (supongo que en alemán o en inglés), matar bacterias con rayos plutonianos y elevar el espíritu con melodías desafinadas, hay un camino muy largo y árido que por desgracia transitan los crédulos guiados por charlatanes carismáticos. El final de ese camino es un caos de conceptos inútiles que sólo tienen eco en mentes anuladas en sus capacidades con la receta de la fe de piedra.


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La diaria dosis de escepticismo con relación a la fe en dios

Posted by keithcoors_00 en 19 diciembre, 2010

El mejor placer en la vida es hacer lo que la gente te dice que no puedes hacer.

Walter Bagehot


Platicaba el otro día con Samuel, un compañero de trabajo, sobre las consecuencias de los actos de las personas. Él decía que los actos deleznables de las personas eventualmente serían castigados por dios. Castigados, vengados, reivindicados o de alguna manera «equilibrados» por diosito. Y yo le decía: Más bien somos los humanos quienes en forma bastante imperfecta juzgamos estos estos actos, en la medida en que tenemos un sistema de justicia perfectible ¿Te has preguntado qué pasaría si dios decidiera no intervenir en esos asuntos? Incluso le espeté ¿Qué pasaría si no hubiera dios?


Estas preguntas sacan de balance a cualquier creyente. Y lo normal es que recurran a los dogmas aprendidos para tratar de salir de ese desbalance. Uno de esos dogmas es que dios «nos da la vida». O de otra forma «dios es la razón por la que existimos». Y nada más.


Así respondió mi amigo. Pero es claro que su intento no es razonado, es la respuesta aprendida y repetida para afianzarse a un clavo de salvación. ¿Qué sería de un mundo sin un dios que nos diese la razón última de nuestra existencia? Para los creyentes, ese mundo es impensable; es un concepto totalmente fuera de contexto. Está fuera de su ámbito de atención.


Por ello es que las ideas sobre ateísmo como agnosticismo son un peligro para los creyentes, porque esas ideas se atreven a cuestionar los dogmas aprendidos mediante un adoctrinamiento feroz. Porque cuestionan lo incuestionable para la fe.


Finalmente no insistí en mis cuestionamientos con (¿o sería contra?) la fe de mi amigo, pero mi conclusión respecto las ideas sobre dios, es que sobreviven en nuestros días sólo por estar basadas en la fe. Aún no he encontrado algún tipo de argumento, prueba o evidencia que muestre inequívocamente la existencia de dios, excepto a través de la fe.


Esta conclusión me recuerda que otro amigo de la red, Angel Rodríguez, cuyas ideas, confieso abiertamente, han sido vilipendiadas y sujetas a mi feroz escepticismo en este espacio, recientemente se aventó la siguente frase respecto a los no-creyentes:




Sí. Eso es cierto. Todo «No Creyente» es «No Creyente» de boquita para afuera. Cuando te ves desamparado enseguida miras hacia arriba.


Este es el típico argumento absolutista, que al incluir la palabra «Todos» pretende ser 100% incluyente. Mucha gente tiene estos arrebatos de fe, en los que no dudan de sus propias aseveraciones. En realidad es demasiado aventurado hablar de lo que no se conoce, y don Angel, adivino, no tiene forma de saber si exactamante «todos» los no creyentes tienen ese comportamiento.


Puedo decir que en mi infancia tuve un adoctrinamiento típico de cualquier familia católica mexicana: Rezos, oraciones, rituales, asistencia a misa, bautizo, confirmación, primera comunión y otros inmencionables sacramentos. Casi todos en mi núcleo familiar tenían fe en dios, y profesaban la religión católica. Nunca tuve algun tipo de iniciación formal al ateísmo o al agnosticismo, excepto la actitud de mi papá.


Él participaba en todos los rituales familiares, pero mostraba poco interés al hacerlo y a veces revelaba hasta un poco de fastidio al realizarlos. Pero yo creo que participaba por darle gusto a mi mamá y a sus hermanos. Nunca hablé con él sobre su estado de fe, pero haciendo un análisis de su actitud, puedo concluir que no la tenía.


Y puedo constatar que en su lecho de muerte no acudió ni invocó a ningun ser superior. Sólo derramó una lágrima estando en los brazos de mi mamá… y expiró.


Ese hecho me mostró que la afirmación de don Angel y la de Samuel son bastante relativas y que sólo se basan en la creencia de que son ciertas sin mucha evidencia que las sustente. Mi papá pudo vivir una vida completa en un mundo en el que no había necesidad de tener fe, con errores y aciertos como los de cualquier ser humano. Así como lo han hecho tantos ateos en la historia.


Por mi parte, el adoctrinamiento al que fui sometido en mi infancia sólo funcionó unos años. Antes de cumplir los 20 ya tenía serias dudas al respecto de la existencia de dios. Y si hora no me declaro ateo es porque la palabra «ateo» no es esdrújula. Prefiero definirme como escéptico y agnóstico.


Imagen de entrada: Cuadro del Baron d’Holbach, célebre ateo del siglo XVII.


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Cuando la creencia religiosa llega a ser peligrosa

Posted by keithcoors_00 en 18 agosto, 2010

Donde acaba la biología comienza la religión

Gilbert Keith Chesterton



Desde Scientific American
Por Lawrence M. Krauss
Traducción: KC



Los líderes religiosos deben ser considerados responsables cuando sus ideas irracionales se convierten en un peligro.


Cada dos años la Fundación Nacional de Ciencias produce un informe, Indicadores de Ciencia e Ingeniería, diseñado para conocer la comprensión del público sobre conceptos de ciencia. Y cada dos años, re-aprendemos el triste hecho de que los adultos de los EE.UU. están menos dispuestos a aceptar la evolución y el Big Bang como un hecho que los de otros países industriales.


A excepción de esta ocasión. ¿Hubo de pronto un salto cuántico en la alfabetización científica de los EE.UU.? Lamentablemente, no. Más bien la Junta Nacional de Ciencia, que supervisa a la Fundación, optó por dejar la sección que discutía estos asuntos fuera de la edición 2010, alegando que las preguntas eran «indicadores» fallidos de los conocimientos científicos ya que las respuestas combinaban conocimientos y creencias». En resumen, si los sus creencias religiosas requieren respuestas para descartar los hechos científicos, la Junta no piensa que sea conveniente exponer esa verdad.


La sección existe, sin embargo, y la revista Science la ha obtenido. Cuando se les presenta la afirmación «los seres humanos, tal como los conocemos hoy, se desarrollaron a partir de especies de animales anteriores», sólo el 45 por ciento de los encuestados indicó «verdadero». Compare esta cifra con los porcentajes afirmativos en Japón (78), Europa (70) , China (69) y Corea del Sur (64). Sólo el 33 por ciento de los estadounidenses están de acuerdo en que «el universo empezó con una gran explosión».


Consideremos los resultados de una Encuesta Pew de 2009: el 31 por ciento de los adultos de EE.UU. creen que «los seres humanos y otros seres vivos han existido en su forma actual desde el principio del tiempo» (esto en cuanto a los perros, caballos o el virus de la gripe H1N1). El aspecto más esclarecedor de la encuesta fue la categorización de las respuestas de los niveles de actividad religiosa, lo que sugiere que los más devotos son en promedio menos dispuestos a aceptar la evidencia de la realidad. Los protestantes evangélicos blancos tienen la tasa más alta de rechazo (55 por ciento), seguida de cerca por el grupo de todas las religiones que asisten a los servicios religiosos en promedio al menos una vez a la semana (49 por ciento).


No sé lo que es más peligroso, que las creencias religiosas obliguen a algunas personas a elegir entre el conocimiento y el mito o que sea un tabú señalar que la religión puede apoyar la ignorancia. Hacer eso conlleva el riesgo de ser tachado de intolerante de la religión. El buen Dalai Lama, en un reciente editorial del New York Times, yuxtapuso la afirmación de que «los ateos radicales lanzan amplias condenas a los que tienen creencias religiosas» con su censura de la intolerancia extremista, las acciones asesinas y el odio religioso en el Oriente Medio. Aparte de la distinción entre cuestionar las creencias y decapitar o matar gente con bombas, los ateos «radicales» en cuestión rara vez condenan a los individuos, sino más bien acciones e ideas que merecen ser impugnadas.


Sorprendentemente, la mayor reticencia a hablar a menudo proviene de aquellos que deberían estar más preocupados por el silencio. En mayo pasado asistí a una conferencia sobre ciencia y política pública en la que un representante de la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano dio un discurso de apertura. Cuando le pregunté cómo conciliar sus razonables puntos de vista acerca de la ciencia con las actividades a veces absurdas e injustas de la Iglesia – desde afirmaciones falsas sobre los condones y el SIDA en África a la pedofilia entre el clero – fuí denunciado por un orador tras otro por mi intolerancia.


Los líderes religiosos deben ser responsables por sus ideas. En el estado de Arizona, la Hermana Margaret McBride, una administradora de categoría superior en el Hospital San José de Phoenix, acaba de autorizar un aborto legal para salvar la vida de una madre de cuatro con 27 años de edad, que tenía 11 semanas de embarazo y que sufría de complicaciones graves de hipertensión pulmonar; ella tomó esa decisión tras consultar con la familia de la madre, sus médicos y el comité de ética local. Sin embargo, el obispo de Phoenix, Thomas Olmsted, inmediatamente excomulgó a la hermana Margaret, diciendo: «la vida de la madre no puede ser preferible a la del niño». Normalmente, un hombre que insensiblemente deja morir a una mujer, convirtiendo en huérfanos a sus hijos, se le llamaría un monstruo, y eso no debería cambiar sólo porque se trata de un clérigo.


En la carrera para gobernador de Alabama, un anuncio financiado por el sindicato de maestros estatales atacó al candidato Bradley Byrne porque supuestamente apoyó la enseñanza de la evolución. Byrne, preocupado por su futuro político, sintió la necesidad de negar la acusación.


Mantener a la religión libre de críticas es a la vez injustificado y peligroso. A menos que estemos dispuestos a exponer la irracionalidad religiosa en cuanto surja, fomentaremos las políticas públicas irracionales y promoveremos la ignorancia por sobre la educación para nuestros hijos.


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Creer o no creer, tener o no tener fe

Posted by keithcoors_00 en 16 febrero, 2010

¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?

Groucho Marx


Creer o no creer, he ahí el dilema. Pero ¿en que creer? ¿Cuándo creer?


He afirmado infinidad de veces que en realidad no es necesario creer en nada, que es mucho mejor afirmar sobre la base de las evidencias y mantenerse al margen de cualquier afirmación cuando no las hay. Bien, esto es parte del método científico. Es tonto creer en cosas que desafían las observaciones cotidianas, como por ejemplo creer que mediante algún tipo de hechicería, o encantamiento, o pensamiento esotérico, o poción mágica, las cosas caerán de abajo hacia arriba en esta roca, desafiando la ley de la gravedad. Si algo pareciera desafiar esta ley es que existe una explicación racional, como por ejemplo las motas de polvo, que parecen no caer como otros objetos, pero cuando se analiza su movimiento con las corrientes de aire se puede entender con claridad la aparente contradicción.


Una alternativa a la creencia es la confianza. Uno puede confiar en las personas, en los medios de información, en los métodos, pero si las evidencias muestran que esa confianza no tiene más fundamentos uno puede cambiar el nivel de confianza. O lo que es lo mismo, el nivel de confianza puede ser medido, mientras que la creencia es como una Delta de Dirac. Hace casi un año que escribí algo sobre este tema y no voy a hacer un refrito: http://ahuramazdah.blogspot.com/2009/02/el-escepticismo-hace-la-diferencia.html.



Lo que quiero escribir hoy es mi experiencia y conclusiones personales en esto de las creencias.

Hay asuntos humanos para los cuales no hay evidencias, ni patrones a seguir, ni leyes que cumplir. Simplemente existe una idea en la mente y esa idea no puede bajarse a la realidad (o aterrizarse como se dice comunmente) a menos que uno crea que en realidad puede convertirse en realidad. A ese tipo de creencias me refiero.


Entre estos asuntos hay un tipo de ideas al estilo de encontrar soluciones para los problemas actuales. Algunas ideas que ahora son ciencia ficción pueden convertirse en ciencia en el futuro, pero hay que creer que es posible encontrar las soluciones a los obstáculos físicos que actualmente existen para ello. También se publicó en Ahuramazdah un par de entradas sobre este tema en octubre de 2008.


Existen conceptos como lo que se conoce como «visión», que hace la diferencia entre las personas que nunca pueden encontrar el sentido de utilidad en un asunto y quien sí lo puede encontrar y hasta explotarlo. Recuerdo que mientras realizaba mi servicio social en una comunidad del Estado de Hidalgo, formando parte de un equipo multidisciplinario, comentaba con una compañera socióloga sobre el uso de las computadoras: mi punto era que las computadoras llagarían a convertirse en una herramienta generalizada, mientras que mi compañera afirmaba que los sociólogos jamás utilizarían una computadora para realizar su trabajo. La diferencia entre ambos, en ese momento, era la visión. A finales de la década de 1970, yo podía ver en mi mente un mundo en el que las computadoras podrían servir no sólo para ejecutar cálculos intrincados en el mundo de la ciencia o la ingeniería, mientras que mi amiga socióloga no podía verlo. En ese entonces yo creía que el futuro de las computadoras era promisorio. Que tú estimado lector puedas leer esto, es una prueba de que mi visión y mi creencia fueron atinadas.


Otro tipo de ideas tiene que ver con anhelos y esperanzas personales. En este orden de ideas existe un vasto universo de variables y de preferencias, de metas y de obstáculos, de caminos y métodos. Podemos pensar en situaciones como las relaciones personales o como los logros profesionales y laborales. Aquí interviene no solo la creencia en una idea sino tambien la fe en que uno puede lograr que esa idea puede llegar a ser realidad. También existen los temores, las inseguridades, las dudas internas al estilo de ¿seré capaz de lograr esta meta? ¿Podré conquistar a esa chica? Y quizás las más difíciles de lidiar, al estilo de ¿Merezco una buena vida?


Uno puede confiar en sí mismo si se prepara suficientemente bien para enfrentar situaciones planeadas. Incluso se puede entrenar la voluntad para enfrentar situaciones inesperadas, y eso nos dará una cierta seguridad en que nuestro desempeño será lo suficientemente bueno como para lograr nuestro objetivo. Pero para ello se necesita motivación. El entrenamiento estéril, sin tener un objetivo claro en mente, no da buenos resultados. En este orden de ideas mi experiencia personal me dice que es preferible creer que dudar, que es preferible tener fe que no tenerla.


Pero no sólo yo lo pienso, también lo ha pensado mucha gente antes que yo. De hecho, al parecer, podría ser no sólo es un asunto de decisión sino de evolución. Uno de mis autores preferidos sobre asuntos naturales, Desmond Morris, en su famoso libro «El Zoo Humano» (Cap. II, Status y súper status), dice de los babuinos que ocupan la posición más alta en su jerarquía social:


El jefe babuino debe ser astuto, rápido e inteligente, además de fuerte y agresivo. Evidentemente, esto es aún más importante para un jefe humano. En los casos en que existe un sistema de jefatura heredada, el individuo estúpido es rápidamente depuesto, o se convierte en un simple peón manejado a su antojo por los verdaderos jefes.

Hoy día, los problemas son tan complejos que el jefe se ve obligado a rodearse de especialistas intelectuales, pero, esto no obstante, necesita poseer una gran perspicacia y claridad mental. Es él quien debe tomar las decisiones finales, y tomarlas resuelta y firmemente, sin titubeos. Tan vital es esta cualidad en la jefatura, que es más importante adoptar sin vacilaciones una decisión firme, que adoptar la «correcta». Muchos jefes poderosos han sobrevivido a decisiones equivocadas, adoptadas con fuerza y firmeza, pero pocos han sobrevivido a la vacilante indecisión.


Yo interpreto esta cualidad de liderazgo como «creer y tener fe en lo que se hace», aunque lo que se hace no sea tan atinado. Un líder seguro de sí mismo, que muestre la fe en si mismo al tomar decisiones con firmeza, será más exitoso que un líder con dudas. Viendo así este orden de ideas, parece que la evolución nos ha llevado a tener como valioso el estar más dispuestos a creer en nuestras ideas que dudar de ellas al llevarlas a la práctica. De esa forma, de acuerdo con Morris, habrá más posibilidades de que nuestros semejantes nos contemplen como «líderes» con seguridad y firmeza, y estén más proclives a alinearse con nuestros propósitos.


De cualquier forma, sea por un autoconvencimiento basado en la creencia de se es capaz de hacer realidad las ideas, sea como resultado de un asunto evolutivo, si creemos en nuestras ideas y nos comportamos de manera concordante con esa creencia, las posibilidades de que las convirtamos en realidad son mayores que si dudamos internamente.
Fotografía de entrada: Líder babuino.


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Misivas desde el averno: la prueba de los sentimientos. Parte 2

Posted by keithcoors_00 en 12 marzo, 2009

Cuando se exagera un sentimiento, desaparece la capacidad de razonar.

Gustavo Le Bon

Continuando con la historia de la infame carta de satanás, fui testigo de que en un foro de yahoo se ventilaron varias opiniones a este respecto. Una de estas opiniones fue en este tenor:


La gente tiene unas carencias y puede resolverlas por la vía real o por la inventiva fantasiosa. La fantasía tiene su función: La de tranquilizar, y solapar la situación. Pero esa actividad racional es el Dios de fantasía. Entonces hay que inventar porqué falla ese dios y de ahí todos los tomos de teología y demás inventos. Ahora. Es la pregunta. ¿Existe un poder que sobrepasa el de la programación que tiene usted en la cabeza, hablandole y diciéndole lo que debe decirme? No tengo que tomarme tiempo para decirle hay inmensos poderes, mucho mayores que el de su racionalismo.


Al parecer muchos conceptos en pocas líneas, y éstas líneas redactadas con medias frases. Rescato sólo dos conceptos:
La actividad racional es el dios de la fantasía, ¡cómete esa KC! Y luego esta otra: …hay inmensos poderes, mucho mayores que el de el racionalismo. Bueno, al respeto de esta última el forista afirma que no tiene que tomarse el tiempo para decirselo a otro forista, supongo que por obviedad aunque no lo dice.

Lo malo de debatir de esta forma es que todo queda a la interpretación de quien lee (o escucha) el argumento. Y esta interpretación puede irse tan libre y desbocada como la respuesta que ofreció una nueva forista a esta posterior intervención, apoyando el punto de vista del autor. La intervención completa junto con la del primer forista se puede leer aquí.


Personalmente noto en las personas escépticas una negación total a toda cuestión de fé, cuando es bien sencillo darse cuenta de los inmensos poderes que hay x encima de toda racionalidad, tal como lo dices. Me duelen las personas que no creen ni en lo que ven y aunque lo vean… tampoco se convencen. Se me ocurre que es una cuestión de antena. Detrás de los que obedecen a una religión elegida, están los más sensibles que saben sintonizar la existencia de un orden poderoso que va más allá de cualquier religión.


Aquí la obviedad resultó rebasada. Por definición un escéptico no utilizará ni tomará como bloques de construcción los argumentos de la fe. No se trata de negar totalmente las cuestiones de la fe, como lo he dicho en ocasiones anteriores, y yo no se de donde saca esto la forista, de seguro de otros más que piensan que dudar es equivalente a negar. Ahora, retornando a los poderes mas allá de la racionalidad, me resulta curioso que ambos foristas coloquen la racionalidad a la par con «un poder». Habría que decirles a estos foristas que formalmente la racionalidad viene de «racional», que no es otra cosa que lo relativo a la razón. Y en ninguna definición formal de racionalidad se encuentra algo relativo a un «poder». Incluso en definiciones más amplias como la de la Wikipedia:

La racionalidad es una capacidad humana que permite pensar, evaluar y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad. Usando la razón, el ser humano intenta elegir para conseguir los mayores beneficios, de forma «económica», desde las variadas limitaciones del cerebro, y las limitaciones de acción sobre el entorno. El ejercicio de la racionalidad está sujeto a principios de optimidad y consistencia. Cualquier construcción mental llevada a cabo mediante procedimientos racionales tiene por tanto una estructura lógico-mecánica distinguible.


Así que nada de poderes. No era de extrañarse. Pero exploremos un poco si en realidad el racionalismo «tiene» algún poder. Yo pienso, en efecto, que el único poder que tiene es el que le proporciona su utilidad para brindar una explicación de los fenómenos. El racionalismo intenta descartar las emociones y las ilusiones del entramado que significa un modelo de la naturaleza. En principio el racionalismo evitaría que yo elaborase un modelo de la electricidad basado en el odio, especialmente si ese odio surge de la desagradable sensación de haber recibido un choque eléctrico. El racionalismo es pariente de la objetividad, que nos permite enfocarnos en el tema a estudiar. Otras cosas más complejas que la teoría electromagnética pueden no ser tan sencillas de explicar usando la razón. Volveré a esto más adelante.

Posteriormente la forista continúa diciendo que existe una «prueba» que demuestra que hay poderes superiores. Aquí la parte citada:

Hay una prueba de lo más sencilla para creer en un poder superior. Es muy simple: solo basta prestar atención a la fuerza arrolladora de los sentimientos. Y no hablo del amor entre parejas y la «química» que muchos dicen nos gobierna en la primera etapa. Hablo de los sentimientos que se nos desatan en situaciones bravas como los duelos por ejemplo, o las injusticias que vivimos a diario y que provocan pérdidas irreparables.. en fin, la lista sería innumerable, amén de lo que somos capaces de hacer -sin límite- por alguien que amamos. Yo pregunto al más racional: es capaz de poder manejar sus sentimientos? seguro me responderá que no.


Pero ¿y en qué consiste ese poder? ¿en hacer que mis sentimientos surjan sin mi control? ¿obedieciendo a «una voluntad» poderosa, más poderosa que mis propios pensamientos? Y si esto es una verdadera prueba de la existencia de ese poder superior ¿Para que creer en ese poder?

Vayamos por partes, como dijo Madoff… bueno, ese dijo «vayamos por partes, pero de lana».

Admito que nuestros sentimientos y emociones son poderosos, pero no son objeto de diversión para entes o poderes más allá de nuestra propia naturaleza. Más bien hemos sido educados para ser irresponsables con nuestros sentimientos y darles una aura de independencia respecto a nuestra razón. Así, si se «mata por odio», la gente puede decir «ese odio nació en mi y no lo puedo evitar», o bien «odio a esta persona por lo que me hizo». Un poco al estilo de lo que la forista afirma: «Me duelen las personas que no creen ni en lo que ven y aunque lo vean… tampoco se convencen». ¿Por qué habría de sentir dolor por estas personas? Eso es irresponsable, culpar al no convencimiento de estas personas por el dolor que siente (si es que verdaderamente lo siente).

Existe otra prueba para demostrar que un sentimiento o emoción nace de un pensamiento. Imaginemos que estamos estudiando el amor. Uno ama aquello que conoce, sea un objeto, animal o persona. ¿Como amar lo que no conocemos? Uno puede decidir amar a la humanidad en su conjunto aunque no se conozca a cada individuo, pero para ello uno se imagina a la sociedad como un conjunto de personas con características similares a las de gente que conocemos.

En particular sería imposible amar a una persona específica si no se le conoce. Supongamos que existe una persona (mujer para mi ejemplo) completamente desconocida para mí, que es bella por dentro y por fuera, compatible conmigo, dispuesta a amarme, de un intervalo de edad conveniente, etc. Puedo imaginarme el concepto y decir en voz alta algo así como «amaría a una persona bella por dentro… etc.». Pero ese concepto ya está en mi mente, y lo que puedo decir en realidad es que me he «enganchado» a ese concepto, mas no a la persona de carne y hueso que tiene esas características, pues aún no le conozco.

Por otro lado, imaginemos que hay un «poder» que decide por nosotros a quien amamos. ¿Alguien de mis lectores ha sentido que ama a alguien a quien no le une nada? ¿ni la atracción más simple? En realidad uno decide amar, uno aprende a amar, uno elige amar. Y así como uno hace eso con el amor, normalmente hace lo mismo con otras emociones. Wayne W. Dyer, en su libro Tus zonas erróneas nos dice que las emociones provienen de nuestros pensamientos, y nuestros pensamientos son de nuestra sola y única propiedad:


Tú y sólo tú puedes controlar tu aparato pensante (fuera de casos extremos de lavado de cerebro o de experimentos de condicionamiento que no forman parte de tu vida). Tus pensamientos son tuyos, exclusivamente tuyos para hacer con ellos lo que quieras, conservarlos, cambiarlos, compartirlos o contemplarlos. Ninguna otra persona puede meterse dentro de tu cabeza y tener tus pensamientos como tú los experimentas. Eres tú quien controla realmente tus pensamientos, y tu cerebro es tuyo propio, y puedes usarlo como quieras y determines.


Por lo tanto si controlamos nuestros pensamientos, podremos controlar nuestras emociones. Dicho así resulta fácil, pero admito que no lo es tanto. Tenemos un condicionamiento emocional que se inició hace mucho tiempo como parte de una adaptación al medio que aprovechaba nuestro cerebro de mayor tamaño: Lo intenso de nuestras emociones es resultado de una adaptación evolutiva.

Daniel Goleman ha recopilado una muy buena cantidad de evidencia y conclusiones de estudios neurocientíficos, que apuntan hacia la existencia en los seres humanos de lo que él llama «neuronas espejo», circuitos neuronales encargados de replicar las emociones de otros, tan sólo con percibirlas en ellos. Al parecer esos circuitos están superdesarrollados en los humanos, pero también existen en otros mamíferos. Un par de perros peleando entre sí logran poner histéricos a los perros que les rodean, y no es difícil comprobar que aun «perros amigos» comparten mordiscos agresivos entre si, sólo con presenciar estas peleas.

Así que lo más cercano a un poder superior a nuestra racionalidad proviene de nuestra propia evolución como seres sociales. Tenemos emociones y tenemos pensamientos, que compartimos de una u otra forma con nuestros semejantes en nuestro grupo social. Nuestro cerebro está diseñado para que nuestras emociones reflejen las de otros con sólo percibirlas. Pero para percibirlas necesitamos pensarlas, identificarlas. Así que por más que una persona llore junto a nosotros, si no la vemos ni la oimos, difícilmente podremos sentir empatía por ella.

Respondiendo finalmente a la pregunta de la forista, ¿(alguien) es capaz de poder manejar sus sentimientos? La respuesta es contundente: Sí. Partiendo de que somos dueños de nuestros pensamientos y que podemos manejar nuestros pensamientos a nuestro antojo. Evidentemente eso significa contrarrestar el condicionamiento que tenemos como parte de nuestra evolución social, y la irresponsabilidad emocional que resulta de un condicionamiento cultural.

Y todo por lo que dijo el supuesto satanás. Como lo he dicho antes, no pienso que haya poderes superiores o más allá de los que implican las 4 fuerzas fundamentales de la naturaleza:


La pregunta más fundamental que me puedo plantear es ¿Existen otras fuerzas fundamentales en este universo, aparte de las cuatro que conocemos? Si existen otras, entonces podrían ser usadas por seres inteligentes en cualquier parte del Universo en el que se encuentren, y quizás maravillarnos con sus excepcionales demostraciones de poder. Si no existen otras más que el electromagnetismo, la gravedad, la nuclear fuerte y la nuclear débil, entonces todo el universo se rige por las mismas leyes físicas que gobiernan nuestro mundo, y por lo tanto lo más probable es que no haya seres o poderes «superiores».


Hasta ahora no se han descubierto otras fuerzas.

Imagen: Un tierno cachorro de Demonio de Tasmania. Dedicada a los adoradores del Demonio… de Tasmania.

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