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Historias de estudiante: El fallido examen de Química

Posted by keithcoors_00 en 4 febrero, 2013

La sospecha debería inducir al examen, nunca a la decisión.


B Feijoo


En este año estaré publicando algunas historias basadas en hechos reales, que datan de mi época de estudiante y que están relacionadas con ciencia, escepticismo y humor. Esta que da inicio a la serie sucedió mientras cursaba el segundo año de preparatoria, casi al final del 1er semestre. Los nombres de los personajes han sido cambados ligeramente para proteger a los inocentes.


* * *


Corría el tiempo en el que en la escuela donde estudié la preparatoria, los exámenes se llevaban a cabo colectivamente en una especie de gimnasio que además servía como auditorio, acondicionado con sillas individuales para cada alumno y separadas unos 2m entre ellas. Durante ese ciclo entraron varios compañeros de nuevo ingreso, entre los que estaba la muy llamativa Dinorah. Esta nueva compañera sobresalía por varias razones, que enumero a continuación.


  1. Sin ser muy bonita, era muy, muy esbelta, excepto en la zona del torso, en la que su esbeltez se tornaba en un par de curvas muy, muy prominentes y sobresalientes.
  2. Era muy, muy frívola y coqueta.
  3. Vestía siempre de mini, mini faldas y se maquillaba de manera muy, muy llamativa.
  4. Estaba muy, muy poco interesada en estudiar.


Dicho lo anterior, con todo el respeto que podría merecer en la actualidad Dinorah, si pudiese leer estas líneas, debo decir que la razón 4 la llevó a un punto crucial en su permanencia en la escuela, de tal forma que después de 4 meses de haber ingresado a ella, las autoridades escolares amenazaron con expulsarla si no obtenía buenas calificaciones en los exámenes semestrales, especialmente en matemáticas y química.


Dado que ella era plenamente consciente de las razones 1 a 4, decidió utilizar las tres primeras para intentar mantener su estatus de poco interés en el estudio, y manipular al autor de esta nota prometiendo lo impronunciable para lograr lo imposible: aprobar lo inaprobable (mediante fraude) a cambio de otorgar favores inenarrables. También es importante aclarar que el autor de esta nota siempre fue un buen estudiante, especialmente en ciencias… lo cual le impedía tener mucho tiempo para interactuar con féminas del porte de doña Dinorah.


Confieso haber sido convencido de cometer un fraude estudiantil gracias a que mi carne era débil, mas no así mi ingenio, por lo que ideé un plan para lograr el cometido, principalmente con la poderosa motivación mental de la imaginada recompensa. Los detalles del secretísimo y a la vez mutuamente favorable intercambio, se fijaron de la siguiente forma: El autor resolvería sus propios exámenes semestrales (Matemáticas y Química), copiaría las respuestas en hojas aparte, pasaría posteriormente por el lugar de la contraparte, arrojaría en forma casual al piso cercano a ella las hojas arrugadas con las respuestas y saldría indemne del recinto de suplicios, mientras ella recogería las hojas, copiaría las respuestas y resolvería su problema de permanencia en el glorioso colegio. Todo esto debía hacerse con extrema velocidad ya que el tiempo para resolver el examen se fijaba en una hora, tiempo apenas suficiente para resolver bien el examen, copiar las respuestas a la fraudulenta hoja, y que la contraparte a su vez plasmara las respuestas en su examen. Hubo un pequeño adelanto del trato con lo cual el autor quedó suficientemente convencido de la honradez de la contraparte y procedieron ambos a cumplir lo pactado.


En el examen de Matemáticas todo se realizó conforme al plan, sin despertar sospecha alguna. Terminadas de elaborar las hojas de respuestas, fueron arrugadas sin piedad (pero con cierta ilusión) por el autor. Procedió después a guardarlas en su previamente descosida (por dentro) bolsa derecha del pantalón. Se incorporó, carraspeó ostensiblemente (lo cual era la señal convenida del inicio de la fraudulenta infamia), y caminó los escasos 10 metros que lo separaban de su prominente contraparte. Pasó por el sitio convenido y sigilosamente impulsó las arrugadas hojas para que salieran de su bolsa, se deslizaran por dentro de su pantalón y salieran por la zona de la valenciana.


Todo iba bien hasta ahí; sin sospecha alguna por parte de los celosos profesores que cuidaban de nosotros, salí con paso firme del galerón y me aposté en la entrada observando a la contraparte. Sin embargo, el plan falló miserablemente porque la contraparte NO se atrevió a recoger las hojas arrugadas… las dejó allí… intactas… inútiles… indolentes. Permaneció sentada el tiempo restante, ahogada en sus cavilaciones, intentando inútilmente resolver la ecuación de la parábola ¡Oh inalcanzables curvas! ¡Oh frustración analítica! ¡Oh desgracia geométrica! La primera mitad del pacto estaba total e irremediablemente arruinada (¡sob! Y más ¡sob!).


Pero la esperanza (de ambas partes) aun tenía vida. Por ello en el examen de Química el plan se repitió. El autor procedió a resolver su examen como de rayo, mientras que al mismo tiempo plasmaba las respuestas en la salvadora pero fraudulenta hoja. Todo iba bien, lo juro, pero no contaba con una terrible historia que se desarrollaba en paralelo. Esta historia, que narraré al final de esta nota, provocó un exceso de vigilancia, del cual no fui consciente sino hasta demasiado tarde. A mitad del proceso examinador, se presentó en mi lugar el profesor de Física y me dijo:


– Oye Keith ¿Tienen permitido sacar apuntes o tablas para resolver el examen?

– No profesor.

– ¿Cómo explicas la presencia de apuntes en tu mano?

– No son apuntes profesor. Son las respuestas de mi examen, que al salir de aquí compararé con mis apuntes y mi libro, para determinar por anticipado la calificación que obtendré (¡Astuto Coors! Pensé, ya te libraste de él).

– No me convences del todo, voy a preguntarle a tu maestra de Química.

En este punto comencé a sudar… las sospechas del profesor eran un estorbo en mis planes; me sentí copado, presionado a más no poder, pero proseguí con el mejor temple del que pude hacer acopio y con la esperanza de que la pingüe amenaza se desvaneciera en el enrarecido aire. Al poco tiempo llegó el profesor de Física con la maestra de Química, quien con su dulce voz me dijo:


– Keith, les dije muy claro que no necesitaban tablas ni nada para resolver el examen, todo lo que necesitan, pesos atómicos, valencias y demás está impreso en el examen.

– Pero no son tablas las que tengo aquí, maestra. Mire, son las respuestas de mi examen, que al salir compararé con mis apuntes, para determinar por anticipado la calificación.

– Déjame ver eso (tomando la hoja de respuestas de mi mano). No, Keith, esto está mal, no hay permiso de…

Súbitamente la estruendosa voz del Director del plantel vomitada por el sonido local la interrumpió:


– Atención alumnos de 2º de preparatoria, atención: En este momento se anula el examen de Química, así que dejen de escribir, y pasen a la salida a entregar sus hojas. Sabemos que se robaron el examen y que se han circulado las respuestas.


No pasó ni medio segundo cuando ya estaban por mí cuatro corpulentos profesores, quienes con lujo de autoridad me condujeron como a un criminal hacia la Dirección. Sólo alcancé a pronunciar para mis adentros: ¡Adiós, prominente Dinorah!


En la Dirección me acusaron de roba–exámenes, pues supusieron que las hojas de respuestas que me habían confiscado (y que estaban secretamente dedicadas a Dinorah) eran parte de un complot estudiantil que consistía en la ilegal sustracción previa del examen y la distribución de las respuestas entre los conspiradores. Me interrogaron, me humillaron e intentaron a toda costa sacarme la verdad (lo cual, dicho sea de paso, no pudieron lograr). Mi argumento principal de auto defensa contra la acusación de robo y conspiración era que yo NO necesitaba robarme NINGÚN examen y menos para cometer fraude. Además argumenté que yo podía resolver el semestral sin ayudas de ningún tipo, que mis calificaciones eran de lo mejor y que la hoja que me decomisaron era una copia de mis propias respuestas, y no producto de un examen robado, como ellos pretendían probar. Incluso, como evidencia de mi coartada, les dije que si en realidad me hubiese robado el examen tendría el total de las respuestas en la hoja decomisada, y que podían comparar el avance de mi examen con el de la hoja decomisada, el cual era prácticamente igual.


No los convencí del todo, pero tampoco me arrancaron la verdadera y auténtica verdad del Dino-plan. Buen consuelo el mío, finalmente mis eróticas ilusiones se habían ido como volutas de humo de ardiente tabaco ante un ventarrón.


La reposición del examen suspendido se realizó un par de días después y la vigilancia sobre su atento y seguro servidor fue implacable. Tenía de guardia a la maestra de Literatura y al profesor de Ética, además de otros profesores que se paseaban por mi lugar sin misericordia alguna. Ni pensar en realizar el Dino-plan de nueva cuenta. Una vez más pronuncié para mis adentros: ¡Adiós, prominente Dinorah!


Pero este no fue el final de la obra. Como prometí al inicio, ahora desvelaré la historia que transcurrió paralela a los tristes pero estimulantes sucesos antes narrados, la cual fue de mi conocimiento hasta transcurridos unos años después. Resulta que algunos compañeros de mi grado, en efecto, se habían robado el examen de Química. Durante ese examen había bastantes sospechas por parte del cuerpo de profesores, porque del hurto se habían dejado huellas indiscutibles, como basura revuelta y hojas de esténsil usadas. En esa mañana se habían revisado los negativos de los esténsiles y se descubrió que faltaba el de Química de 2° año. Por esa razón, en efecto, la vigilancia durante ese examen fue más “perrona” y se constituyó en determinante causa para que mis ero-Dino-planes se fuesen al caño, al igual que los planes de los roba-esténsiles.


La historia del Dino-plan terminó con la expulsión de mi contraparte, mi inexorable y absoluto silencio, y un corolario inesperado: A final del año escolar, la Psicóloga del colegio me llamó para decirme que, con relación al examen de Química anulado meses antes, ella había descubierto mis ocultas motivaciones. Su versión, debo confesar, era casi totalmente acertada: Mencionó a Dinorah y esbozó una burda imitación de mi astuto plan; pero aun allí, ya sin Dino-planes en mi mente, me mantuve en mi estoica versión, todo era obra de mi curiosidad por saber mi calificación. Evidencias son evidencias y no había una sola en mi contra, ni siquiera un testimonio de Dinorah. Pero al parecer mis exámenes psicométricos que eran analizados en esos días por la Psicóloga decían más sobre mis motivaciones que mis propias palabras, que aun en silencio repetían:


¡Adiós para siempre, prominente Dinorah!


Imagen de entrada: Veronika Zemanova, quien me recuerda en parte a Dinorah.



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La verdad emergerá: Fraudes en ciencia

Posted by keithcoors_00 en 1 julio, 2009

Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más rueda, más grande se vuelve.

Martin Lutero


Desde Editoriales de Nature
Traducción: KC


El fraude en la ciencia es difícil de detectar inmediatamente, pero como se muestra en estos casos de alto perfil, finalmente se encuentran. Detener el plagio, al menos, se está convirtiendo en una lucha más fácil.

La mala conducta científica se presenta de muchas formas. La fabricación de datos se encuentra en un extremo, pero el plagio y la «amnesia de citas» son más comunes. Algunos han llegado a cuestionar el sistema de revisión por pares, sobre todo después de los espectaculares casos de Hendrik Schön y Scott Reubens. Schön era un investigador de los Laboratorios Bell cuyos transistores de efecto de campo orgánicos exhibieron el efecto Hall cuántico fraccional, la superconductividad, y un largo etcétera. Que no llevara una bitácora de laboratorio o cualquier registro de datos en bruto durante su doctorado constituye ya una mala práctica, pero luego realmente pasó a fabricar datos. En 2002, una comisión lo declaró culpable de mala conducta científica, en 16 de un total de 24 denuncias, y al menos 21 de sus trabajos publicados desde entonces se han retraído (un nuevo libro que relata la subida y la caída de Schön se revisa en la página 451 de Nature). El caso de Reuben salió a la luz en marzo de 2009, cuando 21 de sus documentos que contenían datos falsos se retiraron de revistas de anestesiología. Millones de pacientes han sido tratados de acuerdo a sus estudios sobre combinaciones de fármacos para el alivio del dolor. En muchos casos, los pacientes referidos en sus ensayos clínicos fueron inventados.

Después de cada uno de esrtos casos, la comunidad científica se ha quedado preguntándose cómo este nivel de investigación fraudulenta se ha escapado de la detección durante tanto tiempo. En el discurso de inicio en Caltech en 1974, Richard Feynman dijo:

«Hemos aprendido por experiencia que la verdad emergerá. Otros experimentadores repetirán tu experimento y averiguarán si estaba mal o bien. Los Fenómenos de la Naturaleza estarán de acuerdo o en desacuerdo con tu teoría. Y aunque puedes ganar fama temporal y emoción, no tendrás una buena reputación como científico si no has tratado de ser muy cuidadoso en este tipo de trabajo. Y es este tipo de integridad, este tipo de cuidado de no engañarse a uno mismo, lo que en gran medida falta en la maor parte de la investigación de la ciencia de culto a la carga» [su término para la mala ciencia o pseudociencia].

Su punto es que debemos ser honestos al 100% en la ciencia, incluso para publicar todas las deficiencias, así como los éxitos de un determinado estudio. Treinta y cinco años más tarde, la integridad científica no se enseña explícitamente todavía, pero es algo que se espera que los estudiantes absorban a lo largo del camino.

Mayormente, se puede confiar en que los científicos son honestos. La revisión por pares no funcionaría de otra manera, y hace que las cosas funcionen. Esa es la razón por la que un fraude científico puede escapar a la detección durante un corto tiempo, porque el sistema se basa en la confianza. Cuando el trabajo de Schön no pudo ser reproducido por otros grupos, los investigadores pensaron que no eran lo suficientemente buenos o que les faltaba un ingrediente clave. Los no creyentes fueron calificados como celosos. Al final, hizo falta un denunciante para que iniciara una reacción en cadena que conduciría a la retractación.

Incluso cuando se enfrentan con resultados sospechosos, los científicos tienden a no ser denunciantes de irregularidades. En muchos casos, las denuncias no conducen a una investigación oficial, el acusado es liberado y el denunciante es censurado. En cualquier caso, el fraude científico que involucra fabricación de datos es raro y siempre será difícil de atrapar. Mucho más frecuente, sin embargo, existe la ciencia de «cortar y pegar».

Aquí es donde entra el Déjà vu (http://spore.swmed.edu/dejavu/). Déjà vu se basa en el software de similitud de texto eTBLAST. Cuando se utiliza en la base de datos Medline, eTBLAST marca hasta 74,790 pares de documentos de idioma o contenido similar. Tras la inspección manual, 2,125 han sido etiquetados como duplicados, 1,697 como sancionados, 1,498 como distintos, pero la mayoría siguen sin verificar. Para considerar dos documentos como duplicados, deben compartir el 85% de su texto. Dado el número de artículos en revisión y memorias de congresos, el número de copias no es sorprendente – aunque es sorprendente que la mayoría de los duplicados de los mismos autores por lo general se publican dentro de un período de cinco meses, lo que significa que probablemente fueron enviados a diferentes revistas en el casi el mismo tiempo – pero 228 de los duplicados son de diferentes autores, lo que sugiere plagio. Estos casos se informaron a los autores y editores de revistas.

El software tiene sus limitaciones, por lo que el equipo de Déjà vu alienta a los autores a ponerse en contacto. También es posible que se informe de una cita duplicada que se añade a la página web. Para editores, CrossCheck está disponible (http://www.crossref.org/crosscheck.html) para verificar las entregas frente a 20 millones de publicaciones, y es utilizado por The Nature Publishing Group. Esperemos que este tipo de política de publicación se incorpore a la mejora de la práctica científica – porque es sólo una cuestión de tiempo antes de los defraudadores sean capturados.

Imagen: El defraudador más famoso de 2009: Bernard L. Madoff (no científico, por cierto)

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Peligro: phishing con herencias nigerianas y loterías extranjeras

Posted by keithcoors_00 en 3 septiembre, 2008

Hace como unos 5 años me llegó el primer mensaje electrónico de este tipo. Mucho antes de saber siquiera lo que era phishing. Decía algo así como que el difunto señor Bakela, alto funcionario del banco central de Nigeria, había dejado como herencia una cuenta de dinero (mal habido supongo), el cual, según el remitente (supuestamente un abogado de la familia de Bakela), era imposible de recuperar en ese país debido a las condiciones violentas (guerra civil) imperante y a que el Sr. Bakela era perseguido por el gobierno. En suma, pedían mi ayuda para transferir unos 20 millones de dólares americanos a mi cuenta y después reenviarlos a otra cuenta en el extranjero. Por el «favorcito» yo recibiría el 10% de la operación, es decir, dos megadólares.

Mi habitual escepticismo me llevó a desechar el mensaje. ¿Por qué diantres me mandaban a mí esa petición? ¿Qué de especial tengo yo para ser «favorecido» con esta oportunidad? ¿No habría alguien de más confianza? Imaginemos que el supuesto abogado que me enviaba el mensaje depositase el dinero en mi cuenta ¿qué le garantizaría que yo cumpliera el acuerdo de reenviar el 90% restante? Es decir, si yo me viese en esa necesidad reclutaría a un amigo de mucha, muchísima confianza.

Bien, pues pensé en esta situación por varios meses y finalmente consulté con una especialista en cuestiones fiscales y legales. Mi duda era si en realidad en México podría hacerse eso que me proponían, es decir, recibir esa suma de dinero y transferirla vía electrónica a otro país en el extranjero, sin que el fisco se enterase (¿Cómo podría justificar un ingreso de un millón de dólares? de seguro me me iban a pedir una factura o recibo de honorarios por mis servicios). En efecto la operación, desde ese punto de vista era más que imposible. Esa es la realidad de una situación legal y fiscal.

Posteriormente recibí otros mensajes similares, a razón de uno cada tres meses aproximadamente; luego se intensificaron y comenzaron a llegar varios al mes. Actualmente me llegan dos o tres diarios, claro, no del mismo Sr. Bakela sino de otros fraudulentos clones.

Hasta donde he sabido, el truco está en que una vez que la persona objeto del intento de fraude se pone en contacto con estas personas, aceptando condiciones, piden el número de cuenta al que se realizará la transferencia, además de otros datos personales que corroboran con llamadas telefónicas. Posteriormente hay dos versiones: una consiste en que comienzan a pedir algunos documentos firmados, los cuales deben ser tramitados en el país del remitente, lo cual tiene un costo algo elevado, digamos mil dólares. Como el remitente no tiene dinero, la víctima acaba mandando esa cantidad (total, si va a ser millonario, que importan esos cuantos miles). Estas solicitudes pueden repetirse por varias veces, de acuerdo a como se deje el cliente (versión en inglés acá). Después suspenden toda comunicación. Para este entonces es probable que a la víctima le hayan birlado entre 1,000 y 5,000 dólares. La otra versión consiste en que solicitan los datos de la cuenta destino, e incluso los passwords para realizar ellos mismos la transferencia. Si la víctima usa esa cuenta para sus operaciones normales, estará en manos de los estafadores.

Por mala fortuna no tengo evidencias de esta última versión, y sólo la conozco de oídas. Si en verdad esto ha sucedido, lo único que queda es la lógica del engaño. Sin embargo un ejemplo típico (aunque no nigeriano) de este tipo de mensajes puede verse acá. El que más me llegó a mi buzón fue el de un tal Barrister Jon Aristide, y aunque borré todos sus mensajes, pude reconocer su nombre en el sitio Scams.net. El mensaje puede verse acá.

En el medio, este tipo de engaños es conocido como «trampa 419» pues de tanto llevarse a cabo, en Nigeria salió una ley con ese número, la cual sanciona estos engaños fraudulentos.

Lo que ha seguido sucediendo es la llegada (diaria, con hasta tres repeticiones) a mi cuenta de correo de otro tipo de mensajes, en los que supuestamente me notifican de haber sido ganador de la lotería irlandesa, la británica y hasta la japonesa. Y yo me pregunto ¿Cómo chingüengües me he ganado tanto pinchurriento dinero SIN haber comprado un sólo puto billetito de esas puñeteras loterías, situadas en casa del carajo?

Haciendo cuentas someras, a estas alturas debería tener en mi poder unos tres mil millones de euros. ¿De dónde demonios sacan tanto dinero para regalármelo? Este par de preguntas me han llevado a entender que si tanto insisten es que habrá algunos ilusos avariciosos que se la creen. Este tipo de engaños también están documentados y pueden verse acá.

Al igual que los engaños 419 se basan en lo mismo, credulidad y avaricia en las víctimas. La manera de realizar el engaño es similar, pues el contacto pide toda clase de depósitos para «liberar» el premio. Ejemplos muy recientes de estos mensajes pueden verse aquí, y aquí.

¿Cómo prevenir este tipo de engaños peligrosos?

El consejo es básico, el uso del escepticismo y del pensamiento crítico. Quizás abandonar la avaricia como motor de la credulidad, pues aunque pareciera fácil embolsarse unos millones a través de estas tentadoras ofertas, la verdad es que sólo son engaños que se ponen al descubierto si se tiene una actitud escéptica y si se aplica el pensamiento crítico al encontrarnos frente a estos peligros.


Hay que recordar que la realidad no se tuerce ante nuestras ilusiones en forma milagrosa, sino sólo ante el esfuerzo constante que proporciona logros, pequeños a veces pero en fila segura.

Más información sobre phishing acá.

De acuerdo con What’s the Harm?, se tienen 1,510 casos de personas que fueron engañadas sólo con los mensajes «nigerianos». Resulta triste el caso de una abuela de New Jersey que invirtió sus ahorros tratando de obtener un premio de la lotería de Jamaica, prometido a través de este tipo de mensajes. Al no lograr su objetivo, se suicidó.

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